Y yo, que fui culé,
que quería tirarme como Urruti
en los penaltis
y marcar los goles como Quini,
que me dolió también la entrada a Maradona,
que toqué con Schuster la pelota,
que tuve miedo de Migueli
y algo de fe infantil
en Calderé y en Clos y en Rojo,
que grité como loco el gol de Koeman,
que celebré las huellas de los tacos con Stoichkov,
que vi a Romario haciéndose un llavero
con la cadera de Alkorta en mil pedazos,
que gocé las ligas tinerfeñas
del último partido,
que me dolió —¿cómo no iba a dolerme?—
Laudrup en el alma.
Yo, digo, ¿qué contaros?
Que me vine a Madrid a trabajar,
subiendo el Parque de Berlín primero,
bajando luego Concha Espina,
después, Paseo de La Habana,
Castellana ciento treinta.
Que tomaba el café en El Currante
o un bocata de chorizo en La Flor de Valdepeñas.
Que me cruzaba con Valdano por la calle,
que me daba paso por la puerta
el bueno de Roberto Carlos,
que en la mesa de al lao, Vaca Argentina,
hablaba Di Stefano de algo
mientras yo lo miraba y lo admiraba,
que empezó a caerme bien el kioskero de junto al Cachirulo cuando,
después del cinco cero, me decía «¿no compras hoy el Mundo Deportivo?».
Que en la oficina, de ambiente merengón y colchonero,
el «gallego culandrón y mariquita» —cosas que me decían—
dejaba de querer al Barcelona y hacía manitas a escondidas
con todas las mocitas madrileñas.
Y que un día, una noche, por Plaza de Castilla
me sorprendí disfrutando de la Séptima
como quien pone cuernos (con)vencido,
luego la Octava y luego la Novena.
Hoy me miran los culés como a un traidor
y a veces noto el reojo madridista,
la distancia.
Conozco, me conozco y reconozco
la impureza tan clara de mi sangre,
que, felizmente, sigue siendo roja.
Qué grande eres, tío, y qué suerte la mía tenerte a mi vera, todos los días, todo el día, siempre. Qué suerte poder compartir esa tu reconversión, mi afición, nuestra pasión. Qué suerte la impureza de tu sangre, hoy pureza merengue. 😉
Muchas gracias, Diosa. La vida es rara y bonita 😉
Óigame, que lo suyo sería haberse hecho colchonero… Pero ¿merengón? ,-)
Qué bueno, coño. Deberías llamarte Edu-Arte.
Gracias, Javi. Eres muy generososo…
Efectivamente. Soy del género soso. 😉